domingo, 7 de diciembre de 2008

Diario de lecturas


Hace poco (durante un viaje en tren) he releído una de las novelas emblemáticas de Conan Doyle, El signo de los cuatro. Es una obra de misterio y de aventuras, que además termina con una "novela dentro de la novela", correspondiente a la historia del asesino de la obra, que incluso cae en el exotismo de ambientarla en las colonias británicas de la época.


En esta novela el inteligentísimo Sherlock Holmes hace esta reflexión tan actual:


“Winwood Reade escribe cosas buenas acerca del tema –dijo Holmes-. Hace observar que mientras el hombre, tomado individualmente, es un acertijo insoluble, el conjunto de los hombres se convierte en una seguridad matemática. No puede usted, por ejemplo, anunciar de antemano qué es lo que hará un hombre determinado; pero se puede prever con precisión lo que hará el promedio de una cantidad de hombres. Eso es lo que dice la estadística…”


Evidentemente éste puede ser el fundamento de la sociología y de la ciencia estadística. Pero también la explicación de por qué el individuo puede ser tan diferente dentro de un grupo. ¿Qué mecanismo provoca que nuestra conducta cambie de acuerdo a las personas que nos rodean?Lo desconozco, y creo que la sociología no ha llegado aún a un modelo definitivo. No obstante, es un hecho que experimentamos día a día, que nos hace desconfiar de nuestra propia individualidad, de nuestra libertad e independencia. Sin embargo, también es necesario que la interacción con los demás module nuestra conducta.
En fin, una nueva reflexión para este blog que aumenta poco a poco, sin pausa ni prisa...

domingo, 2 de noviembre de 2008

Diario de viajes y lecturas

Me asomo a mi hoja de cerezo
y oteo hacia mi eternidad:
hoy la eternidad es algo demasiado grande,
demasiado azul y kilométrico.
Creo que voy a quedarme en mi hoja
midiendo mi verde hoja de cerezo.

Este es un poema de un autor sueco del siglo XX, Werner Aspenström. Me gusta porque me recuerda a una de las sensaciones más bellas que se pueden experimentar en Suecia: la contemplación del cielo. Es realmente azul, de un azul intensísimo, más aún que el cielo de la Península. La impresión de su inmensidad también es cierta: como en el poema, uno quiere quedarse en los límites seguros de la hoja de cerezo en la que habita, de tan inabarcable que parece el cielo.
Otra de las sensaciones que uno puede tener en Suecia está reflejada en la foto: se trata de la quietud del agua y la tranquilidad de los bosques. La naturaleza es un elemento fundamental en este país. Para el visitante es algo extraordinario. Como en los poemas de Hölderlin o en los cuadros de Caspar David Friedrich, uno se siente fundido con la naturaleza: la transparencia de los lagos, el verde de las hojas, el gris de la roca, el límpido azul de los cielos, el gris del mar. Cuánta belleza en la retina.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Anécdota real

La mujer gitana me adelanta en las escaleras del metro. El instinto cultural (permítaseme la paradoja) hace que mi mano vaya inmediatamente a la cremallera de la bolsa de tela que me cuelga del hombro. Sigo avanzando y compruebo la dirección que debo tomar. La mujer gitana pregunta a unos de seguridad: "¿Por aquí se va a Sol?". Claro que se va a Sol, pensé yo para mis adentros, lo pone bien claro en el panel. Se oye el chirriar del tren que va parando en el andén. La mujer gitana y yo corremos hacia las puertas que se abren (ella tiene el cabello muy negro y unos pendientes largos muy bonitos le adornan las orejas, no es joven). Nos sentamos juntas. Qué alivio, haber cogido sitio. Saco unos papelotes de la bolsa. La mujer se gira. "Perdona, ¿este metro va a Sol?", sonríe mientras habla.´"Sí, lo puedes ver en el cartel de la línea", señalo con el dedo, "ahora viene Antón Martín, y luego...". "Ah, ya, pero es que no sé leer".
No sabe leer. Y de repente me imaginé que yo era ella y que iba en metro y que por todas partes había signos de colores que yo no entendía ni sabía descifrar ni eran nada para mí. ¿Cómo se vive sin saber leer? ¿Se parece a la ceguera o a la sordera? ¿O es muchísimo peor que perder un sentido?
De repente me dio mucha pena aquella mujer. "No se preocupe, yo le aviso cuando sea Sol, no quedan muchas paradas". "Muchas gracias", y volvió a sonreír. Yo me puse a hacer lo único que sé hacer en el metro, leer algo. La mujer gitana ponía su mirada en el negro del túnel que atravesábamos a toda velocidad.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Diario de exposiciones

Ahora voy poco a exposiciones. Me pierdo mucho de la oferta cultural de esta ciudad loca. Pero acudí a visitar esta pequeña muestra de Duane Hanson en los Depósitos del Canal de Isabel II, en la Plaza de Castilla. Me impresionó. Duane Hanson es un escultor estadounidense hiperrealista. Como Antonio López en la pintura. Parece que el hiperrealismo no aporta nada nuevo, ¿qué hay de novedoso en copiar la realidad tal cual, exactamente como la vemos? ¿Exactamente como la vemos? Ésa es la pregunta...
Las esculturas de Hanson son de tamaño natural. No sólo eso, sino que parecen de verdad personas de carne y hueso. Creo que lo que impacta de su obra es precisamente que obliga a contemplar lo que para nosotros es la realidad cotidiana. Es como si uno se sentara en el banco de un parque a ver la gente pasar. Pero en vez de en el parque, en un museo. Y la realidad pierde realidad pero uno se fija más en ella. En el policía, el médico, la limpiadora negra, los obreros en el andamio, el gimnasta, la pareja sentada, la vendedora de camisetas ambulante... Todo aquello en lo que no reparas, en una exposición. Para que uno se dé cuenta de que no se da cuenta: de las personas normales y corrientes que nos rodean.
Eso sí, cuando lo real pasa a ser arte pierde toda su realidad. Y esa contradicción choca y marea al visitante, que se marcha desasogado, trastornado, pensando en que ese límite que creía tan claro entre el arte y la vida no existe. Creo que ésta es la gran virtud del hiperrealismo, destrozar este límite, dar la vuelta a la verdad del arte y la mentira de lo real.
Yo salí cabizbaja, sin saber en qué poner mis pensamientos.

sábado, 30 de agosto de 2008

Diario de lecturas

Durante este verano he leído Tres tristes trigres, de Cabrera Infante. Me ha parecido una novela "dura", a pesar de las ganas que tenía de leerla, y de que es regalo de unos amigos que quiero mucho (no tiene nada que ver, claro). Pero me ha proporcionado uno de esos momentos en los que la vida y la literatura se fusionan, pues, una "gafotas" miope hasta las trancas como yo se emocionó al leer este párrafo:
"Vino el camarero y trajo más camarones fritos y nos interrumpió, y me alegré. Bebimos. Noté las máculas en la visión que me han aparecido últimamente. Moscas volantes. Son probablemente otro sarro de la nicotina, manchas tóxicas. O un precipitado crítico. Ahí deben estar concentradas todas las malas películas que he visto, que sería un mal metafpisuco -así es como mi máquina escribe metafísico-. O quemaduras cósmicas en la retina. O marcianos que solo yo detecto. No me preocupan, pero a veces pienso que pueden ser el comienzo de un fade-out y que algún día mi pantalla se ilumine con luz negra. Cosa que ocurriría tarde o temprano, pero hablo de la ceguera no de la muerte. Este cierre-en-negro total será la peor condena para mis ojos del cine -pero no para mis ojos del recuerdo."
Como si me hubieran leído el pensamiento.

jueves, 21 de agosto de 2008

Diario de lecturas y de viajes



Leí L'enfant de sable (El niño de arena) de Tahar Ben Jalloum durante el mes de julio. Es un escritor marroquí contemporáneo, preocupado por reflejar la sociedad de su país. Escribe en francés, el idioma que colonizó el norte de África. Su francés es realmente maravilloso. Es un escritor muy poético, y con esto quiero decir que su prosa no es meramente descriptiva o narrativa, sino, sobre todo, introspectiva: se preocupa mucho de reflejar los sentimientos y sensaciones de los personajes a través de elaboradas metáforas y complejos símiles.
La lectura de este libro coincidió con un viaje a Túnez, país primo hermano de Marruecos. En la fotografía vemos a una pareja de mediana edad paseando por la medina de la ciudad de Nabeul (famosa por su cerámica). En Túnez las mujeres tienen independencia de los hombres. No obstante, me sorprendió que la mayoría de ellas llevaban el pañuelo tapando su cabello y su cuello. A muy pocas se les veía el nacimiento del pelo.
Éste es un fenómeno extraño para las mujeres occidentales. ¿Por qué alguien querría tapar parte de su cuerpo con tanto celo? Las musulmanas consideran que nosotras, las occidentales, mostramos demasiado nuestro cuerpo y que eso en realidad nos hace perder valor, como si no consiguiéramos que los hombres nos respetaran al tener tan poco pudor.
Es una cuestión muy compleja, y sobre todo, muy cultural, a pesar de que se le haya relacionado con la religión. Es cierto que el Islam recomienda a hombres y mujeres vestirse con decoro. También lo hace el cristianismo, por supuesto. Solo que en occidente un cristiano puede relajarse, puesto que la religión y la vida en comunidad están disociadas.
El velo islámico, ¿es o no machista? Desde mi punto de vista, sí. Sobre el machismo que la cultura islámica defiende disfrazándolo de respeto a la mujer me hizo pensar esta novela. Ojo: no creo que nuestra cultura sea igualitaria, ni mucho menos. Pero la mujer puede llevar una vida mucho más distanciada de los cánones si así lo quiere.
L'enfant de sable trata de un hombre que no es hombre. Su padre había tenido siete hijas cuando decidió que su siguiente vástago sería un varón, fuese como fuese. Así convirtió a una niña en un chico, su heredero. El niño, cuando crece, no se rebela, al contrario, se da cuenta de las ventajas de ser hombre. Habla con dureza a sus hermanas, mujeres muy sumisas:" ... inútil recordaros que yo soy un hombre de orden y que, si la mujer en nuestra casa es inferior al hombre, no es porque Dios lo ha querido o porque el Profeta lo ha decidido, sino porque ella acepta esa suerte. ¡Así que subid y vivid en silencio!".
Muchas mujeres hemos pensado de este modo alguna vez. La propia mujer es la que acepta y continúa el machismo social. En este sentido, creo que la presión cultural, la asunción de papeles es determinante. Una mujer y un hombre son diferentes por muchos motivos, pero uno fundamental es la manera en la que se nos enseña a ser hombres o mujeres. Así lo explica el niño de arena: "Yo tengo un comportamiento de hombre, o más exactamente, se me ha enseñado a actuar y pensar como un ser naturalmente superior a la mujer. Todo me lo permitía: la religión, el texto coránico, la sociedad, la tradición, la familia, el país... y yo mismo."
Éste es el momento en que la novela cambia de tercio porque el chico decide destapar su ser-mujer de manera clandestina y la historia se convierte en algo muy distinto. Esta parte me pareció inferior a la primera pero esto ya es mezclar mi opinión sobre la novela con todo lo que vengo diciendo.
Observar a mujeres bañándose en la piscina completamente tapadas creo que me ha resultado algo traumático. Respeto profundamente las diferencias culturales, pero, ¿cómo vemos el cuerpo femenino de una manera tan diferente? ¿Por qué la visión retrógrada de nuestro cuerpo va unida a la obligación de taparlo completamente a los ojos de los demás hombres y mujeres? ¿Por qué eso es un signo de respeto y no en realidad un modo de represión? ¿Por qué ninguna voz discordante en el Islam lo proclama así? Me temo que mis preguntas seguirán abiertas. Túnez me fascinó por muchos motivos, pero... no querría ser mujer ni siquiera en un país aparentemente abierto como ellos se consideran. Me da incluso rabia pensar que me sentía reconfortada por saber que venía de Europa.

jueves, 24 de julio de 2008

Poesías que recuerdan a viajes


He leído este poema de un escritor israelí, Yehuda Amijái:


Después de Auschwitz no hay teología:

de las chimeneas del Vaticano sube humo blanco

señal de que los cardenales eligieron un papa.

De los crematorios de Auschwitz sube humo negro

señal de que los dioses todavía no eligen

al pueblo elegido.

Después de Auschwitz no hay teología:

los números de los antebrazos de los prisioneros de exterminio

son los números de los que no hay respuesta

y ahora están desconectados, uno por uno.


Después de Auschwitz hay una nueva teología:

los judíos que murieron en el Holocausto

se volvieron semejantes a su dios

que no tiene la figura del cuerpo y que no tiene cuerpo.

Ellos tampoco tienen la figura del cuerpo ni tienen cuerpo.


No he estado en Auschwitz. Pero he visitado Dachau, el primero de todos los campos de concentración construidos por los nazis. ¿Me impresionó la visita? Sí, aunque he visto tantas películas de judíos y nazis, y he leído ya varias novelas. El sufrimiento sigue allí. En Dachau también hubo gitanos, homosexuales, comunistas. Fue un campo de trabajo donde la gente moría de desnutrición, enfermedades, hacinamiento y sobreesfuerzo. A algunos los mataban de un tiro en la nuca, cuando eran rebeldes o molestos. O los encerraban en prisiones oscuras y pequeñas, absolutamente insalubres. Todos los cuerpos los quemaban. Junto al crematorio hay una pequeña cámara de gas.

Cuando visité Dachau, había familias con niños en carritos y grupos de escolares que se comían el bocata en el patio de formación. Había risas y charlas en voz alta. El paraje es tranquilo y casi bucólico. Es la paradoja del dolor y del mal, que sólo son anormales cuando uno los aisla de todo lo demás, como un tumor que se extirpa y se analiza después de haber formado parte del cuerpo de alguien que ríe y va al cine.

Pasé casi media hora paseando por allí. No me fui triste, pero tampoco contenta. Intenté imaginarme tanto dolor y no fui capaz.

miércoles, 9 de julio de 2008

Diario de viajes



Hace ya más de un año. Un puente de mayo especialmente lluvioso. Decidimos pasar el día en Soria. Fue imposible. La lluvia no nos lo permitió. Tuvimos que parar a medio camino en Medinaceli. Como Pedraza, es una villa castellana: piedra y piedra y más piedra. Restos árabes y romanos. Pasamos mucho frío. Siguió lloviendo. Comimos en una especie de fonda casera (no admitían tarjetas de crédito): sopitas y carne. Si paseabas junto a las murallas no había más que verde, un océano de verde. Pardójicamente, la sensación era asfixiante.

DIARIO DE VIAJES


Si el invierno es duro, no digamos el verano... El tiempo transcurrirá sin que dedique lo suficiente a este blog. Pero se acercan nuevos viajes y yo recuerdo aún el de Budapest. Y me animo a traer esta foto de uno de los lugares más decadentes que he visitado: el cementerio de Budapest. Como me dijo una buena amiga, es un museo al aire libre. Como si todos los escultores modernistas catalanes hubieran encontrado su lugar ideal. Un buen lugar donde descansar en paz, los vivos y los muertos.

domingo, 15 de junio de 2008

Diario de viajes y poesía


Hay que aprender. Los árboles de invierno.
Ese cubrirse hasta los pies de escarcha.
Inamovibles cortinajes.
Hay que aprender la franja
donde el cristal ya humea,
y el árbol va cruzando la neblina
como los cuerpos la memoria.
Y tras los árboles el río,
las alas silenciosas de los ánades,
la cegadora noche azul y blanca
donde hay paradas cosas en capuchas.
Hay que aprender aquí los gestos
inenarrables de los árboles.


Éste es un poema de una autora húngara, Agnes Nemes Nagy. Lo he encontrado navegando por la red. Me ha recordado el viaje que hice (hicimos) a Budapest hace un año. La ciudad me impresionó mucho. Recuerdo el Danubio, tan azul, como dice el vals, tan anchoooo; recuerdo la luz, cálida y suave; los edificios majestuosos de tiempos en los que Budapest era como París. Es una ciudad con muchos parques y muchos árboles. Sus gestos inenarrables nos arroparon durante unos días en esa ciudad que encierra el encanto de otro tiempo.

jueves, 29 de mayo de 2008

Diario de viajes y poesía


Yo no he nacido para odiar, sin duda;
ni tampoco he nacido para amar,
cuando el amor y el odio han lastimado
mi corazón de una manera igual.


Como la peña oculta por el musgo
de algún arroyo solitario al pie,
inmóvil y olvidada, yo quisiera
ya vivir sin amar ni aborrecer.
Éste es un poema de Rosalía de Castro. El mejor de los estoicos no podría describir tan exactamente el deseo de no sufrir, de no someterse a las pasiones que dominan nuestro espíritu.
No soy la autora de la fotografía. La hizo una amiga a la que amé y a la que odié, con la que me divertí y con la que me disgusté cuando ya no fuimos capaces de entendernos la una a la otra. La fotografía es de mi último viaje con ella, y con otras, por Galicia. Hicimos el último tramo del Camino de Santiago, desde Sarria. Fue muy bonito. Yo estaba mal. Sin comprenderme a mí misma ni capaz de hacerme comprender. Caminar no me ayudó nada a calmarme, pero me desahogó. Recuerdo la niebla al punto de la mañana, justo después de amanecer. Recuerdo los pueblos fantasmales de Lugo, el olor a animales de granja, a estiércol, a campo verde. Lo que más disfruté fue caminar sola por los bosques de eucaliptos de Coruña. Mi paso no era muy rápido, más bien lento, y a veces me quedaba descolgada del grupo, en el absoluto silencio de esos árboles espirituales de tronco estilizado y alto. En esos momentos intentaba escucharme pero no me oía. Sin embargo, sé que el bosque se compadecía de mí.

viernes, 23 de mayo de 2008

Diario de poesía

Bruma de oro, el occidente abruma
La ventana. El asiduo manuscrito
Aguarda, ya cargado de infinito.
Alguien construye a Dios en la penumbra.
Un hombre engendra a Dios. Es un judío
De tristes ojos y de piel cetrina;
Lo lleva el tiempo como lleva el río
Una hoja en el agua que declina.
No importa. El hechicero insiste y labra
A Dios con geometría delicada;
Desde su enfermedad, desde su nada,
Sigue erigiendo a Dios con la palabra.
El más pródigo amor le fue otorgado,
El amor que no espera ser amado.

Este poema por supuesto no es mío...No es demasiado bonito. Lo dedicó Borges a Spinoza: el judío que engendró a Dios a través de la geometría. No está mal pensado. El filósofo pulidor de lentes que paseando por los canales de Amsterdam pensó que la única sustancia es la divina. El que habló del amor no como un sentimiento, sino como un pensamiento: amar significa conocer y aceptar la verdad de lo que se conoce. Amar lo que uno es y lo que el mundo es, una vez conocido adecuadamente. El amor que no espera ser amado.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Anédota real

El alumno pregunta a la profesora si puede bajar con ella a la biblioteca a buscar un libro de su agrado para leer. Es hora de lectura. La profesora asiente.
La profesora abre un armario y deja al alumno mirando los lomos de los libros para que elija.
-Ya he cogido dos, ¿puedo?
-Sí, vale, ¿cuáles son?
-Uno de Isaac Asimov y otro de Darwin.
¿Darwin? El alumno tiene quince años escasos, es un despistado de tomo y lomo, su gran afición son los juegos de ordenador.
-Pero... ¿Qué libro de Darwin has escogido?
-Éste.
Muestra El origen de las especies.
-Ah, ya... Esto....¿estás seguro?
-Sí.
-¿No es un poco largo?
-No.
-¿No crees que te vas a aburrir?
-No.
-Sinceramente... No es habitual que un alumno de 4º ESO escoja un libro como éste para leer.
-Ya. Es que yo creo en el creacionismo y quería saber qué dice Darwin.
-¿Có..m..? Es... estupendo por tu parte.
La profesora, estupefacta, cierra el armario.

lunes, 19 de mayo de 2008

Diario de espectáculos

El teatro del mundo... La farsa de la vida. Frases manidas, pero el teatro sigue ejerciendo un poder mágico para el espectador que se abre a él. He acudido a varios montajes en los últimos meses: Dos caballeros de Verona (Shakespeare por Helena Pimenta y el Ur-Teatro, no tan espectacular como La tempestad), Hay que purgar a Totó (cumplí mi sueño de ver a Núria Espert en escena, pero, en fin, qué vamos a hacer, es una estrella, está más allá de la actuación; en cuanto a la obra, interesante pero quizás un poco démodé); El rey Lear, EXCELENTE, en versión de Gerardo Vera, con una escenografía de colores fríos y mucha oscuridad, como la mente de Lear, hombre obcecado por su narcisismo, rodeado de hipócritas que sólo desean su fin, a los que ha dominado a su antojo, por otra parte; El pintor de su deshonra, MAGNÍFICA, una versión de Calderón colorista y muy poco acartonado. De nuevo, ir al teatro vuelve a estar de moda, no es que siga una moda, pero hay que reconocer que en Madrid se suceden los montajes interesantes, los precios son asequibles, y, en este aspecto, la ciudad vuelve a bullir. No hace falta montar un Broadway, lo que hace falta es continuar y mantener esta variedad. Sólo un pesar: la mayoría de las obras no se programan para más de mes y medio, y a veces la demanda es tan enorme que es difícil conseguir entrada. Que siga la fiebre del teatro...

jueves, 8 de mayo de 2008

El río




Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir,
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Siento fascinación por los ríos y por las ciudades que tienen ríos. Mis ríos favoritos son los caudalosos, como el Ebro o el Danubio. Las orillas de un río o de un riachuelo no son caminos corrientes. Como el que contempla la vida desde fuera, uno observa el transcurrir del río, sereno o agitado, silencioso o retumbante; se sienta a verlo pasar, sigue el sentido de la corriente, o va contra el sentido. El río y la vida. El agua de la vida. Nunca te bañarás dos veces en el mismo río, dijo Heráclito. Nunca observar un mismo río es la misma experiencia. Tampoco caminar con él, contra él, o atravesarlo. Nunca un momento de la vida es el mismo que el anterior momento. Nunca es siempre lo mismo. O es lo que me gusta que sea.

DIARIO DE EXPOSICIONES: AMAZONAS

Visité la exposición de la Fundación Mapfre en marzo. Una buena muestra de pintoras y fotógrafas del siglo XX: casi un centenar de artistas, españolas y extranjeras. Disfruté mucho con el paseo entre tanta obra de arte. Sobre todo, pensé en una conversación mantenida con unos compañeros del trabajo en diciembre. La discusión trató sobre la siguiente cuestión: ¿la mujer es menos creativa que el hombre? Explicaba una de mis compañeros que, a día de hoy, a igualdad de oportunidades, el hombre sigue estando más presente que la mujer en el mundo literario y artístico. Además, hay más obras maestras o relevanes de hombres que de mujeres. El hombre publica más, expone más, crea más. Creo que mi amiga cae en la falacia naturalista que ya denunció Hume hace unos siglos: hacer del ser, deber ser. ¿Es cierto que hay menos mujeres artistas que hombres? ¿Es cierto que las obras de calidad son más bien productos masculinos que femeninos? Seguramente la respuesta (que se debe a un razonamiento inductivo, cuya conclusión, ya se sabe, es sólo probable) sea sí. ¿Esto implica que la mujer deba ser menos creativa? ¿Podemos inferir una naturaleza determinada para la mujer y para el hombre? No, no podemos. No se infiere. Del mismo modo habría que considerar que los negros son menos creativos que los blancos. La visión etnoandrocéntrica sigue mucho más presente de lo que estamos dispuestos a aceptar, y esto no es simplemente una pataleta o una postura victimista. Ésta sigue siendo mi conclusión respecto a esta polémica.

lunes, 24 de marzo de 2008

DIARIO DE VIAJES: PEDRAZA


En enero estuve con unos amigos en Pedraza. Lo que más me impactó fue la visita a la cárcel, una torre junto a la única puerta de acceso al pueblo (aún hoy día). Un lugar estremecedor. Los presos llegaban a una habitación sin chimenea donde los dejaban postrados sobre una especie de tarima forrada de paja, con los pies encerrados en unas trabillas de madera que no debían ser nada cómodas. Hay que imaginarse el frío en una ciudad como Pedraza. Las necesidades biológicas las hacían en un agujero que daba a un conducto. Por ahí las deposiciones caían a los sótanos de la torre, donde estaban encerrados los presos a los que daban el mayor de los castigos. Esos sótanos o bodegas, adonde eran arrojados sin miramientos por un agujero, no tenían ningún tipo de ventana por donde entrara la luz. Los presos se morían entre la mierda de sus propios compañeros, seguramente por la inhalación de los gases tóxicos de las deposiciones. A otros presos los tiraban por un hueco diferente al anterior con el fin de que se rompieran algún hueso y murieran en la oscuridad. Los que tenían más suerte pasaban un tiempo hacinados como piojos en unas celdas de madera prodigiosamente herméticas donde no se filtraba tampoco ni un rayo de luz. Los castigos de ese lugar consistían en la falta de luz, lo que me recuerda una espeluznante novela de Tahar Ben Jelloun, Cette aveuglante absence de lumière, en la que se relatan los veinte años que pasan unos militares rebeldes al anterior rey marroquí, encerrados en unos agujeros sin luz y en unas condiciones aberrantes. Lo peor era eso, la falta de luz: ni las cucarachas ni las enfermedades, ni el convivir con tus propios excrementos era tortura equiparable a la ausencia de luz. Impresionante.

jueves, 13 de marzo de 2008

Hayedo de Montejo



Más maravillas de la comunidad de Madrid: éste es uno de los hayedos más meridionales del mundo, situado en la Sierra del Rincón, o Sierra Pobre. Un nombre poético, ¿verdad? En efecto, "hace esquina" con las provincias de Guadalajara y Segovia. Es un bosque de robles y hayas no grande, pero hermoso. Hay algo de fantasmal en el frío y húmedo bosque, y mucho de sublime en las montañas que se avistan desde los claros que dejan los árboles. El cielo azul y las esponjosas nubes invitan a volar con la vista.

sábado, 1 de marzo de 2008

Rascafría en enero




En este mes tan invernal tuve la suerte de romper durante dos días mi rutina diaria y pasarlos en un albergue juvenil de esta localidad madrileña. En mi afán por convertir un tanto por ciento de mi urbanitismo congénito en amor a la naturaleza, traigo al blog más imágenes alejadas del entorno de la ciudad. Aquél día disfrutamos de un bonito paseo, bajo un sol deslumbrante, cuyos rayos empezaban a deshacer el hielo formado durante la noche sobre los riachuelos. El azul del cielo era brillante e intenso. Los tonos de marrón, un desafío para cualquier pintor. Los árboles muertos esperaban pacientemente el renacer de la primavera. Parecía que nos hablaban con su silencio, diciéndonos que el milagro de cada año era inminente.

domingo, 24 de febrero de 2008

Diario de lecturas

Hace años despreciaba la lectura de Ana María Matute. Pero volví a leerla: Los hijos muertos me impactó. Y luego llegó Olvidado Rey Gudú, espléndida y que me tuvo atrapada durante tres días (es bastante larga). Más tarde aún, Los Abel, cruda y sin compasión.
Como novelista, creo que Ana María Matute es difícil. Los personajes y los ambientes son ambiguos, medio realistas medio oníricos, a veces no sabes muy bien qué te quieren decir (exceptuando Olvidado Rey Gudú). Pero como cuentista es extraordinaria: tierna, sensible, retrata el mundo de la infancia y de los marginados con belleza y magia. En este ámbito es una escritora especialmente talentosa.
De ella leí hace poco esta frase: "El niño no es un proyecto de hombre, sino que el hombre es lo que queda del niño que fue". Da qué pensar, ¿verdad? Lo que también es frustrante, pues, ¿qué niños fuimos y qué queda de ellos? ¿Somos capaces de recordar el niño que fuimos?
No soy de las que idealiza la infancia como un paraíso edénico. Creo, como Matute, que la infancia es un tiempo de mucho sufrimiento. No necesariamente, pero no está libre de él. Y no se entiende que los niños sufran, ni se entiende cómo sufren. Su dolor se minimiza o se exagera, sin término medio y sin atinar. Es una época a veces más difícil de lo que los adultos creen, obsesionados con que la adultez es el verdadero tiempo de la carencia.
Sus relatos reflejan así a los niños. Vale la pena.

lunes, 28 de enero de 2008

Paseando

Madrid tiene dos estaciones magníficas que el cambio climático está a punto de defenestrar: el otoño y la primavera. Es una ciudad gris en invierno y demasiado calurosa en verano. O no... Cada año la sensación de que las estaciones no "son como antes" es mayor. No sé si fundada o no.

Madrid en otoño otra vez



Un paseo por el Parque del Oeste, tan bonito como el Retiro. ¡Vivan los árboles de Madrid!

Diario de lecturas

Las relaciones familiares no son siempre un idilio. A menudo los hijos nos pasamos la vida huyendo de los padres, buscando algo que ellos no nos ofrecen o no sabemos ver que nos dan. A veces volvemos, supongo que siempre volvemos, aceptando lo primero o lo segundo.

No es fácil ser familia. Damos por hecho el cariño, la confianza, el afecto, como si eso no hubiera que cultivarlo como con un amigo o la pareja. No se puede dar nada por hecho sólo porque alguien sea tu familia: no se quiere por obligación, no se respeta por la sangre.

Hace unos meses leí uno de esos muchos libros que compro y cogen polvo en la estantería. Lo adquirí en Barcelona, antes de irme, en el año 1997. Uf, ahora parece muchísimo. Entonces, ni pensaba más allá del año 2000: me parecía increíble contar los años con esos números. Para mí 2001: Una odisea en el espacio seguía siendo una película de ciencia-ficción.

El libro del que hablo es Padres e hijos de Turgueniev. Se disfruta mucho la lectura de esta novela. Trata de un joven peculiar, Basarov, un nihilista, es decir, un descreído de la época, que pensaba que el amor, la religión, la ciencia... ¡todo es mentira! Hasta que se enamora y enferma; entonces su mundo sin fundamentos ni principios se tambalea... No es que empiece a buscarlos como loco, pero su nihilismo soberbio se nihiliza a sí mismo. En fin, la historia de Basarov no acaba demasiado bien.

Pero, ¿por qué esta novela se llama Padres e hijos en vez de El nihilista, que le hubiera ido mejor? Como muchos hemos hecho a conciencia, Basarov se despega de sus padres, que no le entienden, son vulgares, no están a su altura intelectual y le aburren con sus atenciones. Después de años sin verlos, va a su casa despechado por el rechazo de la mujer de la que se ha enamorado; sin embargo, a los cuatro días se marcha avisando de un día para otro. Los padres quedan sumidos en la tristeza. El padre dice: "Nos deja, nos deja, nos deja; se aburría de nosotros. ¡Solo ahora como un dedo!". La madre, una mujer a la sombra de su marido, le contesta: "¿Qué vamos a hacerle, Vasia? El hijo es... una loncha partida. Es un aguilucho: vino volando, y volando se va; pero nosotros, como claveles dobles, seguimos uno al lado del otro y no nos movemos de nuestro sitio. Sólo yo seré siempre para ti la misma, como tú también lo serás para mí."

Qué hermoso y qué triste. La soledad compartida, el hijo que se va lejos, la frustración de no poder retenerlo... Este fragmento justifica todo un título y una lectura que no defrauda.

Esto me hace pensar que los lazos que uno elige por devoción son los más duraderos. Pero no quiero volverme una nihilista de la familia... Al fin y al cabo, la familia es lo que siempre está ahí, la red de solidaridad más potente del mundo. Un espacio de sentimientos ambiguos, sin duda.

miércoles, 2 de enero de 2008

TODAVÍA UN POCO MÁS SOBRE MADRID EN OTOÑO

Los muchos caminos de este parque invitan a perderse. Mejor en romántica compañía, cómo no.
En lafotografía de abajo se observa al hombre sentado en el banco, tan pequeño como una hormiguita en medio de los troncos semidesnudos.
En la fotografía de arriba retraté el Bosque de los Ausentes, un lugar dedicado a la memoria de los que murieron en el atentado de Atocha. La primera vez que visité este montículo artificial me pareció horroroso. Este otoño, sin embargo, los Ausentes han cobrado una presencia diferente, con esta luz tan particular.
Por cierto, un nuevo año empieza y no se me olvida desear Feliz Año 2008 para todos.

MÁS SOBRE MADRID EN OTOÑO

El paseo fue extraordinariamente bucólico. Las imágenes hablan por sí solas. Como el Retiro es grande, y mis oportunidades escasas, muchos de sus rincones permanecen desconocidos para mí. El estanque que se observa a la derecha, en el que cae una cascada, fue uno de esos rincones que se desvelaron durante este paseo.

MADRID EN OTOÑO


Una de las épocas del año en la que Madrid está más bonita es en otoño. Hace un mes mi hermano y su novia hicieron una visita a la ciudad. Paseamos por el Retiro un domingo por la mañana. Qué tendrán los domingos por la mañana que son tan buenos para pasear...