domingo, 15 de junio de 2008

Diario de viajes y poesía


Hay que aprender. Los árboles de invierno.
Ese cubrirse hasta los pies de escarcha.
Inamovibles cortinajes.
Hay que aprender la franja
donde el cristal ya humea,
y el árbol va cruzando la neblina
como los cuerpos la memoria.
Y tras los árboles el río,
las alas silenciosas de los ánades,
la cegadora noche azul y blanca
donde hay paradas cosas en capuchas.
Hay que aprender aquí los gestos
inenarrables de los árboles.


Éste es un poema de una autora húngara, Agnes Nemes Nagy. Lo he encontrado navegando por la red. Me ha recordado el viaje que hice (hicimos) a Budapest hace un año. La ciudad me impresionó mucho. Recuerdo el Danubio, tan azul, como dice el vals, tan anchoooo; recuerdo la luz, cálida y suave; los edificios majestuosos de tiempos en los que Budapest era como París. Es una ciudad con muchos parques y muchos árboles. Sus gestos inenarrables nos arroparon durante unos días en esa ciudad que encierra el encanto de otro tiempo.