domingo, 2 de noviembre de 2008

Diario de viajes y lecturas

Me asomo a mi hoja de cerezo
y oteo hacia mi eternidad:
hoy la eternidad es algo demasiado grande,
demasiado azul y kilométrico.
Creo que voy a quedarme en mi hoja
midiendo mi verde hoja de cerezo.

Este es un poema de un autor sueco del siglo XX, Werner Aspenström. Me gusta porque me recuerda a una de las sensaciones más bellas que se pueden experimentar en Suecia: la contemplación del cielo. Es realmente azul, de un azul intensísimo, más aún que el cielo de la Península. La impresión de su inmensidad también es cierta: como en el poema, uno quiere quedarse en los límites seguros de la hoja de cerezo en la que habita, de tan inabarcable que parece el cielo.
Otra de las sensaciones que uno puede tener en Suecia está reflejada en la foto: se trata de la quietud del agua y la tranquilidad de los bosques. La naturaleza es un elemento fundamental en este país. Para el visitante es algo extraordinario. Como en los poemas de Hölderlin o en los cuadros de Caspar David Friedrich, uno se siente fundido con la naturaleza: la transparencia de los lagos, el verde de las hojas, el gris de la roca, el límpido azul de los cielos, el gris del mar. Cuánta belleza en la retina.